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San Antón

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Recorrido histórico

Recientemente integrado en lo que podría denominarse el joven centro de la ciudad de Murcia, tradición y modernidad se dan la mano en este barrio. Dos elementos principales hacen girar todo el barrio alrededor suyo: el jardín de la Seda, un auténtico pulmón de la zona, y la vanguardista iglesia de San Francisco Javier.

Alquerías y acequias de Murcia en la Edad Media

Nos encontramos en el siglo X, los árabes, fundadores de la ciudad de Murcia han decidido trazar dos acequias madre a cada uno de los márgenes del río Segura: la acequia del Sur o Alquibla, y la acequia del Norte o Aljufía. Muy cerca de la joven ciudad de Murcia discurre la recientemente creada acequia Aljufía, de la que nacen otras pequeñas acequias que riegan los huertos de los alrededores, que, en su gran mayoría, se hallan al norte de su recorrido pues la ciudad ocupa la otra orilla; entre estos huertos se halla el camino que conduce al norte de la región y más allá.

Puerta de Molina, hoy

Durante la Edad Media, como ocurría con los barrios de San Basilio, Santa María de Gracia y Vistabella, varias comunidad de campesinos, denominadas heredamientos, ocuparon el Norte de la ciudad: en torno a Vistalegre, las denominadas en el Libro del Repartimiento "Adufa" y "Cudiacibid", y en torno a San Basilio y Santa María de Gracia la alquería denominada "Cantaratabala", que, además, abarcaba el solar que hoy ocupa la barriada de San Antón. Este heredamiento lindaba directamente con las murallas del arrabal de la ciudad de manera que dos de sus puertas más significativas, la de la Noguera -orientada hacia el oeste, por donde entraba la acequia mayor- y la de Molina -orientada hacia el norte- dominaban el acceso a la ciudad. En su interior, fuentes árabes nos indican que se encontraba el barrio de los mercaderes cristianos los cuales, según la tradición, tenían una capilla dedicada al culto.

Hermita de San Antón

Durante el siglo XIII, con la Reconquista, la alquería de Cantaratabala -cuyo nombre proviene de un compuesto de dos palabras árabes "Qantara" (puente) y "Tabala" (topónimo) y que significaba puente de Tabala- fue entregado a un grupo de repobladores castellanos. Al encontrarse lindero con las murallas del arrabal de la Arrixaca y junto a la puerta de Molina, fue el barrio de San Antón punto de partida para los viajeros que abandonaban la ciudad en dirección al Norte, a la vez que punto de llegada de los que querían entrar en la ciudad de Murcia. La historia nos revela que, en ese lugar, desde el siglo XV existió una ermita, denominada de San Lázaro y fundada por el deán Martín de Selva, en la que el Concejo había ordenado que todo aquel que mostrara síntomas de portar una enfermedad, debía quedar en cuarentena; y al revés, cuando se declaraba una epidemia en la ciudad, no era raro ver al Concejo reunido a las afueras de ella para poder mantener la gestión de la misma sin peligro de muerte.

En el transcurso del fin de la Edad Media y el Siglo de Oro, la ermita de San Lázaro, y el hospital creado en sus inmediaciones, empezó a quedar al cuidado de una venerable orden de hermanos entregados al cuidado de los enfermos que después se conocería como hermandad de San Antón y le renombraría la célebre ermita. Entonces,se establecieron, frente a esa ermita de San Antón, los franciscanos de San Diego -popularmente conocidos como los diegos- quienes fundaron un convento, que quedó en manos de la comunidad hasta el proceso desamortizador del siglo XIX. Fue, entonces, cuandose estableció en el solar del convento una fábrica de seda que le dio nombre y famaal barrio. Esta fábrica mantuvo su producción hasta mitad del siglo XX en que fue demolida y su solar transformado en jardín público, el cual, por cierto, ha sabido conservar algunos restos de la industria como la chimenea. Algo similar ocurriría con el vecino jardín de la Pólvora, en donde a principios del siglo XVIII se instaló una fábrica de tratamiento de salitre para la obtención de pólvora por orden expresa de Felipe V: esta fábrica mantuvo su actividad hasta que lentamente fue trasladada la producción a la vecina localidad de Javalí. No obstante no sería hasta finales del siglo XX cuando el Ministerio de Defensa cedió el solar a la ciudad de Murcia para la construcción de un jardín público.

Jardín de la Seda

En la actualidad el barrio de San Antón, que hasta los años ochenta quedaba lindando con la huerta, ha sido completado con la urbanización del antigua camino de la Ñora, así como el definitivo acondicionamiento de sus jardines y plazas. Cuenta entre sus vecinos con un edificio emblemático, la casa López Ferrer, actual sede del Museo de la Ciudad, una cita indispensable para los que quieran conocer la historia de la Murcia.















 

Lugares con historia

Son muchas las esquinas, los callejones y los solares que esconden una parte de la historia de un barrio, a continuación, a través de un recorrido, vamos a relatar algunos detalles, anécdotas y curiosidades, como ejemplo del enorme esplendor del barrio de San Antón.

Iglesia de San Francisco Javier

Nuestro recorrido por la historia y los monumentos del barrio de San Antón es breve pero intenso. Comenzamos por la plaza de Emilio Díez de Revenga, punto de intersección de las grandes avenidas trazadas en los años cincuenta a través de la huerta para dar cabida a los sucesivos ensanches, y discurrimos por la avenida Isaac Albéniz, en ella podremos admirar:

La Iglesia de San Francisco Javier, una moderna obra arquitectónica que ha contribuido a dar un toque de modernidad al barrio.

Al final de la calle nos encontramos con la tradicional calle de San Antón a cuya izquierda nos dirigimos hacia la ermita del mismo nombre y que tiene situado enfrente al jardín de La Seda, lugar donde estuvo el convento de los Diegos hasta principios del siglo XIX. En su lugar se inauguró la fábrica de seda, una de cuyas chimeneas ha quedado para la posteridad como testigo de la historia.

Jardín de la Seda

Por su parte, la ermita de San Antón es un hito histórico del barrio: una ermita que data de la Edad Media pero que fue reedificada entre 1694 y 1746. Desde aquellos tiempos medievales hubo un hospital del que se ocupaba la hermandad de San Antón, exclusivamente dedicada al cuidado de los enfermos. Como dato histórico de gran curiosidad diremos que en 1710 obtuvo el título de santuario real, por decreto de Felipe V. El siglo XIX vio como decaía su culto pero en la actualidad ha cobrado enorme pujanza, con las consiguientes y tradicionales fiestas en honor al santo a mitad del mes de enero.

A las espaldas de la ermita de San Antón podrá visitarse la hornacina de la Virgen del Rocío, de tradición relativamente nueva pero ya fuertemente arraigada entre los murcianos. Otra hornacina, de gran tradición, situada al final de la calle de San Antón, esquina con la calle de Olma es la que representa a la Virgen de las Angustias.

Estuvo, cerca de allí, en la intersección con la calle Acisclo Díaz, hasta el siglo XVIII la puerta de Molina o de Castilla, la torre de Junterón y la de Zambrana, como elementos que provenían de la Edad Media, cuando la ciudad había necesitado la fortificación de su perímetro. De hecho, cruzar a la calle de Acisclo Díaz supone, aún hoy, cruzar las seculares acequias de la Aljufía y la Caravija, que discurren subterráneas a través de la ciudad siguiendo el curso de aquella calle.

No obstante, algunas tradiciones que se remontan a tiempos pasados terminaron por desaparecer o cambiar su solar. Algo así ocurrió con el cementerio que había en las cercanías de la ermita de San Antón -probablemente el más importante de Murcia-, que subsistió hasta finales del siglo XIX, en que fue sustituido por el de Nuestro Padre Jesús en 1887.

Hornacina de la Virgen del Rocío

En el arranque de Acisclo Díaz nos topamos con la plaza de las Agustinas, cuyo nombre proviene de la iglesia y convento de las Madres Agustinas. Este espacio urbano es emblemático los días en que la imagen de Nuestro Padre Jesús es trasladada desde la Iglesia Privativa de Nuestro Padre Jesús al convento de las Agustinas y viceversa, por los integrantes de la cofradía titular; unos días entrañables de tradición nazarena y murciana.

Iglesia de las Agustinas

Frente a este popular lugar podemos admirar la casa López Ferrer, hoy Museo de la Ciudad. En este museo, el visitante podrá apreciar las distintas etapas históricas de la vida de nuestra ciudad, en un completo y detallado circuito. Es lugar de obligatoria parada el jardín de tradición árabe plantado en el exterior del museo.  

Más allá encontramos los restos del los antiguos edificios militares del Cuartel de la Pólvora, residencia de un destacamento militar hasta la cesión del solar a la ciudad.


 

Casa López Ferrer, hoy Museo de La Ciudad

Y llegamos a la calle Pasos de Santiago la cual se llamó antes Pasos de Don Diego, pues fueron los monjes Diegos quienes, junto con la Cofradía de los Dolores y Santos Pasos, establecieron el Viacrucis del que únicamente queda el templete que hace esquina con Acisclo Díaz y Pasos de Santiago. Como curiosidad diremos que estos viacrucis arrancaban en la Parroquia de San Miguel y eran partícipes la Cofradía del Rosario y los caballeros de Santiago. Se llegaba hasta la ermita del Calvario en la Puerta de Castilla, situada aquella, con toda probabilidad en las inmediaciones del cementerio desaparecido. En la capilla que hoy contemplamos había un Cristo de la Columna,una Virgen de la Soledad y un San Antonio de Padua. Hubo más capillas o "pasos": otra capilla con un cuadro de una coronación de espinas, que estaba también en el perímetro de la Fábrica de la Pólvora; otro estaba en la esquina de la ermita de Santiago y estaba constituido por un cuadro del encuentro de Jesús con su madre; y hubo otro que estaba en el mismo convento de los Diegos. Es posible que hubiera más. Todos databan de los siglos XVI y XVII.